miércoles, 28 de abril de 2010

La oportunidad de manifestar la posición protestante"la Biblia y la Biblia sola" en el contexto de los pioneros de la Iglesia Adventista

INTRODUCCIÓN


El propósito de este trabajo es darle a los pioneros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día la oportunidad de manifestar su comprensión sobre la relación entre la posición protestante de "La Biblia y la Biblia sola" y la aceptación sincera del producto de la pluma de Elena G. de White como escrito inspirado. Posiblemente los principales voceros en cuanto a este punto son Jaime y Elena de White, ya que sus declaraciones fueron publicadas y por lo tanto son más fáciles de conseguir, y porque ellos estuvieron, por así decirlo, en el meollo de la cuestión. Además, sin tener en cuenta otros puntos, hay declaraciones de Elena de White que naturalmente son de gran peso.
Las declaraciones y alusiones de sus contemporáneos siguen la línea de los esposos White. En la actualidad algunos parecen quedar perplejos ante lo que aparenta ser una contradicción en las repeti­das declaraciones que usan la expresión "La Biblia y la Biblia sola" y que a su vez dan total crédito a la aseveración de qua los escritos de Elena de White son inspirados, lo cual nos compromete a aceptarlos y obedecerlos.
"La Biblia y solamente la Biblia es nuestra regla de fe". Este as una expresión conocida de Elena G. de White que aparece en Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, p. 93.
El último libro de Elena G. de White, Profetas y reyes, en la p. 461 advierte: "Las palabras de la Biblia, y de la Biblia sola, deben oírse desde el pulpito".
"La Biblia as una revelación perfecta y completa. Es nuestra única regla de fe y practica", escribió Jaime White (A Word  to the Little Flock, p. 13).
En contrastas, y posiblemente en aparente contradicción, se  encuentra esta declaración de Jaime White: "Nosotros aceptamos la Biblia y los dones del Espíritu, abarcando de esta manera la £e qua e1 Señor nos mostrará de tiempo en tiempo" (Review and Herald, 8 de octubre de 1861). Tenemos además la siguiente afirmación de Elena e White: "El Señor me ha revelado muchas cosas que señalan la verdad, diciendo: Este es el camino, andad en e1" (Carta 117 de 910 y, Elena G. de White, mensajera de la Iglesia Remanente, p.
31).

El contexto que determine nuestra posición

Nuestros antecesores habían estado en el gran despertar adven­tista. El mismo se caracterizó por la clara evidencia de la obra del Espíritu de Dios. Esto se notó por la ausencia del fanatismo y el desorden. Muchos habían vivido la desfraternización de las iglesias con ideas rígidas cuando, hasta donde podían ver, la única culpa que tenían era la de haber aceptado la luz de las Sagradas Escrituras y caminar en ella. El credo de aquellas iglesias no daba cabida al crecimiento en la comprensión de la verdad bíblica.
Poco después del chasco de 1844 descubrieron que, en cuanto al domingo como día de descanso, sólo existía la tradición como base. La Biblia claramente señalaba al séptimo día. Veían que casi todos los cristianos observaban el domingo y tuvieron que enfrentar una gran oposición ante la verdad bíblica de la santidad del sábado.
Todo aquello fue suficiente para motivarlos a adoptar la postura de "La Biblia y sólo la Biblia" como regla, y no la tradi­ción. Pero también hubo otros factores.
Hubo un grupo religioso contemporáneo que tomó el nombre de "los santos de los últimos días", el cual adoptó la posición de que la Biblia debía aceptarse "hasta donde este traducida correcta­mente". Estos depositaron su confianza en el Libro de Mormón, que, fue tornado como reemplazante de la Biblia.
Más aun, su auto-denominado "profeta", José Smith, había hecho una traducción de la Biblia, no en base a la fuente de los manus­critos, sino a lo qua el pretendía que eran revelaciones de Dios.
En la primavera de 1844 (nótese la fecha), José Smith fue asesinado mientras aguardaba...ser juzgado en parte por hechos que resultaron de una malversación de fondos, y mayormente por los qua habían resultado de su enseñanza de qua un hombre podía tener más de una esposa, todo sobre la base que pretendía que Dios le había mostrado en visión.

Factores determinados por credos y tradiciones
Jaime White, que pertenecía a la Conexión cristiana, se dedico a estudiar la Palabra de Dios sin explicar las posiciones de los credos. Su contribución para el primer periódico millerita, el Day Star, deja ver su aversión por los credos. El 24 de enero de 1846 escribió acerca de
Cierta clase de personas qua niegan al único Señor Dios y a nuestro Señor Jesucristo. Esta clase de personas no puede ser sino la de aquellos que espiritualizan la existencia del Padre y del Hijo como dos personas distintas, literales y tangibles, y la de una Santa Ciudad y un trono de David literales...
El modo en que los espiritualizadores as han desentendido o han negado al único Señor Dios y a nuestro Señor Jesucristo es poniendo en primer lugar al antiguo credo trinitario no bíblico.

El era fiel a la Biblia. No había lugar para la tradición o los credos en sus posturas doctrinales. Elena de White por su parte también estaba preocupada debido a ciertas enseñanzas del credo metodista que le habían sido enseñadas en los años de su adolescen­cia: "No hay sino un único Dios viviente y verdadero, eterno, sin cuerpo y sin partes" (Doctrine and Discipline of the Methodist Church, 1896, p. 19, 20).
Probablemente fue esto, junto con una conversación con Jaime, lo que la llevó a procurar conocer la verdad en una de las primeras visiones, cuando preguntó en no menos de dos ocasiones. Las refe­rencias se encuentran en Primeros escritos. Una está en la p. 54: "Pregunte a Jesús si su Padre tenía forma como él. Dijo que la tenía". La otra está en la p. 77, en donde declaró: "He visto con frecuencia al amable Jesús, y sé que es una persona. Le pregunte si su Padre era una persona y tenia forma como é1. Dijo Jesús: "Soy la imagen expresa de la persona de mi Padre
Más tarde surgió la discusión acerca del sábado y del domingo, dependiendo este ultimo totalmente de la tradición.
Con tradiciones Y credos por un lado, y con enseñanzas per­turbadoras de profetas auto-postulados por el otro, nuestros an­tecesores, al confrontarse con las visiones de Elena de White, se vieron obligados a encontrar y declarar una posición en cuanto a la relación entre las enseñanzas de ella y la Biblia, la Palabra de Dios.
¿Podría suceder que Dios inspire a un profeta de su elección con mensajes que están en conflicto con los mensajes de sus otros  profetas? ¿Debieran reemplazar a la Biblia los mensajes dados en nuestro tiempo?

Una posición Firme

Ellos fueron conducidos hacia el establecimiento de una plataforma sólida, tal como lo hizo Jaime White en su panfleto de 1847: "La Biblia es una revelación perfecta y completa. Es nuestra única regla de fe y practica" (A Word to the Little Flock, p. 13).
Pero  ¿qué quiso dar a entender exactamente? ¿Sostuvo al esta  postura para dejar de lado la luz que podría llegar a través de visiones genuinas en el presente? La respuesta es no.
Adoptó la posición de qua la idea de “la Biblia sola” no solamente admite la aceptación de la manifestación genuina del don, sino que edemas la prescribe. A continuación leemos su declaración en el marco completo.
La Biblia as una revelación perfecta y completa. Es nuestra única regla de fe y practica. Pero esto, de acuerdo con el testimo­nio de Pedro, no as razón para qua Dios no pueda mostrar en estos últimos días el cumplimiento pasado, presente y futuro de su palabra a través de sueños y visionas. Las visiones verdaderas son dadas para llevarnos a Dios y a su palabra escrita, pero las que aparecen como una nueva regla de fe y practica, y separadas de la Biblia, no pueden ser de Dios y debieran ser rechazadas (A Word to the Little Flock, p. 13).
En el mismo folleto pasa a dar a conocer la primera visión de Elena, a introduce cuarenta y seis pasajes bíblicos relacionados con aspectos análogos qua demuestran que la visión estaba en armonía con la Biblia.

Elena de White tuvo una aproximación similar en 1851, en su primer libro. Luego de presentar el relato de su vida en seis páginas, y un número de visiones en las siguientes cincuenta y seis, declara en la última pagina, al cerrar el libro:
10
Recomiendo al amable lector la Palabra de Dios coma regla de fe y práctica. Por esa Palabra hemos de ser juzgados. En ella Dios ha prometido dar visiones en los postreros días; no pare tener una nueva norma de fe, sino pare consolar a su pueblo, y para corregir a los que se apartan de la verdad bíblica. Así obro Dios con Pedro cuando estaba para enviarlo a predicar a loa gentiles (Primeros escritos, p. 78).
En el marco de las visiones
Si bien Jaime y Elena de White reiteraron de tanto en tanto la posición de "la Biblia y la Biblia Sola", con frecuencia lo hicie­ron en el mismo marco del argumento de aceptación de las visiones. En ningún momento consideraron que para llegar a la verdad en el estudio de una doctrina o en la comprensión del deber, esta posi­ción excluye a las visiones.

En no paces ocasiones, de hecho, as refirieron a las visiones de Elena de White coma instrumentos eficaces en la definición de la verdad. Note esta declaración que ella hace, que se encuentra en Obreros evangélicos, p. 317:


Se nos presentaba un error tras otro; ministros y doctores traían nuevas doctrines. Solíamos escudriñar las Escrituras con mucha oración, y el Espíritu Santo revelaba la verdad a nuestra mente. A veces dedicábamos noches enteras a escudriñar las Escritura y a solicitar fervorosamente la dirección de Dios. Se reunían con este propósito compañiaz de hombre y mujeres piadosos. El poder de Dios bajaba sabré mi, y yo recibía capacidad para definir claramente lo que es verdad y to que as error.
Al ser así delineados los puntos de nuestra fe, nuestro pies se asentaron sabré un fundamento sólido. Aceptemos la verdad punto por punto, bajo la demostración del Espíritu Santo. Yo solía quedar­ arrobada en visión, y me eran dadas explicaciones.

En relación con esto hay una declaración que Elena de White hizo en 1906, al escribir acerca de la obra de un renombrado evan­gelista, el Pastor W. W. Simpson, quien en ese entonces estaba llevando a cabo reuniones evangelísticas en el área de Oakland, California. En un momento determinado de su trabajo, Simpson dio uno o dos discursos sobre el Espíritu de Profecía, y luego invitó a Elena de White a ir a Oakland pare hablarle a la gente. Ella, refiriéndose a la obra de Simpson y a esta experiencia, escribió: "El Pastor Simpson mostró en su enseñanza que el Espíritu de Profecía tiene un papel importante que desempeñar en la instauración de la verdad".


La influencia del Espíritu de Profecía en el establecimiento de la doctrina
Podrían citarse varias ilustraciones concretes sobre este punto. Presentamos una, referida a los acontecimientos del segundo de los cinco congresos sabáticos de 1848. Este fue el primero de los dos congresos realizados aquel verano en el estado de Nueva York. Ella escribió:
Nuestra primera reunión general en el occidente del Estado de Nueva York comenzó el 18 de agosto en Volney, en la granja del Hno. David Arnold. Concurrieron unas treinta y cinco personas --todos los amigos que pudieron reunirse en aquella parte del Estado. Pero de los treinta y cinco apenas había dos de la misma opinión, porque algunos sustentaban graves errores, y cada cual defendía tenazmente su criterio peculiar diciendo que estaba de acuerdo con la Biblia.
Un hermano sostenía que los mil años del capítulo veinte de Apocalipsis estaban en el pasado, y que los ciento cuarenta y cuatro mil mencionados en los capítulos siete y catorce del Apocalipsis eran 1os que fueron resucitados en ocasión de la resurrección de Cristo. Mientras estábamos frente a los emblemas de nuestro Señor moribundo, y estábamos por conmemorar sus sufrimientos, este hermano se levantó y declaro que él no creía en lo que estábamos por hacer; que la Cana del Señor era una continuación de la Pascua, y que debía celebrarse sólo una vez al año. Esta extraña diferencia de opinión me causó mucha pesadumbre, pues vi que se presentaban como verdades muchos errores.          
Me iluminó la luz del cielo y pronto perdí de vista las cosas de la tierra. Mi ángel guiador me hizo ver algunos de log errores profesados por los concurrentes a la reunión, y también me presentó la verdad en contraste con sus errores. Los criterios discordes, que a ellos les parecían conformes con la Escrituras, eran tan sólo su opinión personal acerca de la enseñanza bíblica, y se me ordenó decirles que debian abandonar sus errores y unirse en torno a las verdades del mensaje del tercer ángel.
Nuestra reunión terminó victoriosamente. Triunfó la verdad (Notes biográficas de Elena G. de White, p_ 120, 121).
Para este análisis encontramos una clave en una declaración referida a menudo, que me escribió en 1903 y se publicó primera­mente en 1904. Hoy la tenemos en Mensajes selectos, tomo 1, pp. 241, 242:
Muchos de nuestro hermano no comprenden cuan firmemente han sido establecidos los fundamentos de nuestra fe. Mi esposo, al pastor José Bates, el padre Pierce, el pastor (Hiram) Edson y otros que eran perspicaces, nobles y leales, se contaban entre los que, después de pasar le fecha de 1844, escudriñaron en procura de la verdad como quien busca un tesoro escondido. Me reunia con ellos, y estudiabamos y orábamos fervientemente. Con frecuencia permanecíamos juntos hasta tarde en la noche, y a veces pasábamos toda la noche orando en procure de luz y estudiando la Palabra. Vez tras vez, esos hermanos se reunían para estudiar la Biblia a fin de que pudieran conocer en significado y estuvieran preparados para enseñarlo con poder.



Cuando llegaban al punto en su estudio donde decían: "No podemos hacer nada más", el Espíritu del Señor descendía sobre mí y era arrebatada en visión y se me daba una clara explicación de los pasajes qua habiamos estado estudiando, con instrucciones en cuanto a la forma en que debíamos trabajar y enseñar con eficacia. Así se daba luz que nos ayudaba a entender los textos acerca de Cristo, su misión y su sacerdocio. Una secuencia de verdad que se extendía desde ese tiempo hasta cuando entremos en la ciudad de Dios me fue aclarada, y yo comunique a otros las instrucciones que el Señor me había dado.
Durante todo ese tiempo, no podía entender el razonamiento de los hermanos. Mi mente estaba cerrada, por así decirlo, y no podía comprender el significado de los textos qua estábamos estudiando. Este fue uno de los mayores dolores de mi vida. Quedaba en esta condición mental hasta que as aclaraban en nuestras mentes todos los principales puntos de nuestra fe. En armonía con la Palabra de Dios. Los hermanos sabían qua cuando yo no estaba en visión, no podía entender esos asuntos, y aceptaban como luz enviada del cielo lea revelaciones dadas.
Una década antes, en un artículo publicado en la Review and Herald del 26 de Julio de 1892, titulado "Escudriñad las Escritu­ras", Elena de White retinó lea experiencias de los primeros días en el estudio de la Biblia. Presentamos dos cites significativas:
En tales ocasiones al Espíritu de Dios solía venir sobre mí, y lea porciones difíciles eran aclaradas por el medio señalado por Dios, y entonces había perfecta armonía.
A veces el poder de Dios venía sobre nosotros en una forma señalada, y cuando Una luz clara revelaba los puntos de le verdad, juntos llorábamos y nos regocijábamos. (Véase el Apéndice A, pare un contexto más completo.)
Resulta claro que a los pioneros que adoptaron la posición de la Biblia, y la Biblia sola, nunca les vino a la mente que podía haber alguna inconsecuencia con el hecho de que al esforzarse en aquellos primeros días por desentrañar las doctrina de la Palabra de Dios, él les daría luz qua les ayudaría a "entender los textos" o le seria aclarada a Elena de White "una secuencia de verdad que as extendía desde ese tiempo hasta cuando entremos en la ciudad de Dios".

Hay una variación de la muy usada cita anterior, qua aparece en el Manuscrito 135 de 1903, y que es de interés y digna de un examen minucioso pare el estudiante qua investiga los detalles de este aspecto. Ella escribe en el marco de la cita anterior:
Mi esposo, el pastor José Bates, el Hno. Pierce, el Hno. Edson, hombre inteligente, noble y leal, y muchos otros cuyos nombres ahora no recuerdo, se encontraban entre los que, después qua pasó el tiempo en 1844, buscaron la verdad en nuestras reuniones importantes, estos hombres as reunían juntos y buscaban la verdad como si fuera un tesoro escondido. Yo me reuní con ellos, y estudiamos y oramos fervientemente, porque sentíamos qua debíamos aprender la verdad de Dios. A menudo nos quedábamos orando hasta tarde, y a veces la noche entera, pan recibir luz y estudiar la Palabra.
Al ayunar y orar recibíamos gran poder. Pero yo no podía comprender los razonamientos de los hermanos. Mi mente estaba cerrada, por así decirlo, y no podía entender lo qua estibamos estudiando. Entonces el Espíritu de Dios descendía sobre mí y me llevaba en visión, y se me daba una clara explicación de los pasajes qua habiamos estado estudiando, con instrucciones relativas a la actitud que debíamos asumir con respecto a la verdad y el deber.
Una línea de verdad que se extendía desde ese tiempo hasta el momento de entrar en la ciudad de Dios, aparecía nítidamente delante de mí, y yo daba a mis hermanos y hermanas la instrucción que a su vez el Señor me había dado. Ellos sabían que cuando yo no estaba en visión no podía entender esos asuntos, y aceptaban como luz del cielo las revelaciones que yo recibía. Así fueron firmemente establecidos los puntos principales de nuestra fe, tal como los sostenemos en la actualidad. Se definía claramente punto tras punto, y todos los hermanos llegaron a estar en armonía.
Todo el grupo de creyentes estaba unido en la verdad. Hubo quienes vivieron con doctrines extrañas, pero nunca tuvimos temor de enfrentarlos. Nuestra experiencia fue maravillosamente consolada por la revelación del Espíritu Santo.
Por dos o tres años mi mente continúo cerrada a las Escritu­ras. En 1846 me case con el pastor Jaime White. Fue después de algún tiempo de haber nacido mi segundo hijo que estábamos en gran perplejidad con respecto a ciertos puntos de doctrine. Yo le podía al Señor quo abra mi mente, para que pueda entender su palabra. De pronto me pareció estar rodeada de una luz clara y hermosa, y desde entonces, las Escrituras han sido para mí un libro abierto.
En ese entonces (invierno de 1850-1851) estuve en París, Maine. El anciano padre Andrews estaba muy enfermo. Por algún tiempo al había sido en gran manera victima de reumatismo inflamatorio. No podía moverse sin sufrir un intenso dolor. Oramos por él. Coloqué mis manos sobre su cabeza, y dije: "Padre Andrews, el Señor Jesús te restablece". Al instante al fue sanado. Se levantó y se paseo por la habitación, alabando a Dios y diciendo: "Nunca vi algo así. Los ángeles de Dios están en esta habitación". La gloria de Dios fue revelada. Una luz parecia brillar en toda la casa, y un ángel colocó su mano sobre mi cabeza. Desde esta vez hasta entonces, fui capa­citada pare entender la Palabra de Dios". --Manuscrito 135, 1903.

Vez tras vez a lo largo de los años, Elena de White hace referencia a la verdad que fue confirmada por el milagroso poder operante del Espiritu Santo. Sólo de un modo indirecto estas expresiones se relacionan con este asunto. Llamamos la atención del lector al Apéndice B, "Dios coloca su sello sobre la verdad a través del Espíritu Santo".

Si todavia quedase algun indicio de preguntas con respecto a como juzgaron el asunto los pioneros de los primeros días, podemos dejar que Jaime White nos responda, como lo hizo en la Review and Herald del 5 de octubre de 1854.

La posición de que la Biblia, y 1a Biblia sola, es la regla de fe y del deber, no excluye los dones qua Dios ha puesto en la iglesia. Rechazarlos es excluir la parte de la Biblia que los presenta. Decimos: tengamos una Biblia entera, y solo ella sea nuestra regla de £e y del deber. Coloquen los dones donde correspon­de, y todo es armonia.
Luego en 1856 él repitió:

Todavia digo qua la Biblia es mi regla de fe y prictica, y al decirlo, no rechazo al Espiritu Santo en su diversidad de operacio­nes. (Review and Herald, 14 de febrero de 1856.)